Parashat Balak

 

Comunidad NC I

23 de junio de 1994

 

¿Alguna vez les pegaron una piña? ¿Alguna vez les dejaron un ojo en compota, un corte, un moretón?

 

¿Que pasó después?

 

Seguramente a los pocos días se curó, se pasó.

 

Los golpes físicos, los golpes hechos con la mano, son una manera de hacer doler. Sin embargo, a la semana el dolor se nos pasa.

 

Existe otra manera de golpear, una manera única de los seres humanos. El golpear por medio de la palabra. Los animales no disponen de la palabra como los seres humanos y sus golpes son solamente golpes físicos.

 

El ser humano, a través de ese milagro que es la palabra, puede herir (aunque también curar) de otra manera.

 

Nuestro lenguaje es rico en conceptos al respecto:

palabras hirientes

palabras cortantes

malas palabras

palabras sucias

por último hay palabras que matan.

 

Cuando alguien quiere dar la garantía más preciada que tiene, da su palabra.

 

Así como hay palabras sinceras, hay palabras engañosas.

Hay quienes se esconden tras una coraza de palabras y no pueden o no quieren actuar.

Esos son pura palabra.

 

Están también las palabras dulces

las palabras cariñosas

las palabras de amor.

 

Están los que hacen de lo que dicen un culto, un culto a la palabra. Así oímos decir: mi palabra es sagrada.

Por otra parte, también están los que no tienen palabra.

 

Así como la palabra puede herir o curar, lastimar o acariciar, los silencios también poseen un don destructor o curativo: Cuando matamos con la indiferencia o con el desprecio silencioso o por el contrario, cuando en silencio acompañamos a quien queremos y está dolido.

 

Dios, en su inmensa grandeza, construyó el mundo con palabras.

 

Cuenta la leyenda, que hace 300 años, en Praga, vivió un Rabino que construyo un Golem, un montruo de barro, y le dio vida por medio de una combinación de palabras. Una palabra mal puesta hizo que el golem quisiera destruir a su propio hacedor.

 

¿Interesante, no es cierto?

Seguro que nunca pensaron que la palabra fuera tan importante.

 

La parashá de esta semana nos habla del uso de la palabra. Un rey, Balak, contrata a un brujo, Bil'am para que maldiga al pueblo de Israel. Sin embargo, Dios cambia las maldiciones de Bil'am por bendiciones.

 

Dios aparece ahí donde la palabra que daña puede ser cambiada por una palabra que cura, por una palabra que ayuda. Donde la maldición es cambiada por la bendición.

 

Querida Comunidad:

Es tan importante la palabra, y tan frágil... Tan frágil, que puede ser usada para hacer el bien o para hacer el mal.

Se necesita sabiduría para usar bien el don de la palabra.

 

A veces es mejor pensar dos veces antes de juzgar a alguien, a que la palabra, liviana por naturaleza, es fácilmente transportable y llega muy rápido a los oídos de la gente y al corazón de aquel a quien lastima.

 

Por otra parte, no hay que pensar mucho para decir una palabra que acaricie, que consuele, que transmita esperanza. Aunque lo que digamos no refleje en un 100 % la realidad, ya que de última.. ¿Quien tiene la capacidad de abarcar con sus palabras toda la realidad?

 

Al utilizar la palabra, resulta imprescindible colocarnos en el lugar del otro. ¿Que sentiríamos nosotros si nos dijeran tal o cual cosa? ¿Que nos gustaría escuchar de vez en cuando?

 

Quiera Dios que podamos encontrarlo ahí donde aparecen palabras dulces, palabras que curan, palabras de bendición.

 

Quiera Dios hacernos instrumentos de su justicia, para acercar un poco de amor allí donde hay tanto dolor, un poco de consuelo allí donde hay desesperación.

 

Y que a través de nuestros actos la presencia de Dios se manifieste en este mundo.